Los coches del futuro. Del Ford T al Toyota Biomobile Mecha

Por pepecar.com

Desde que el automóvil tomara definitivamente la forma de lo que hoy identificamos como un coche han sido muchos los que se han aventurado a idear, diseñar o incluso crear prototipos acerca de cómo serán los coches del futuro. En un primer momento todos coincidían en un diseño aerodinámico que alargaba considerablemente los vehículos, pensaban en cúpulas transparentes, colores metálicos, pero sobre todo se concebían como auténticos bólidos capaces de alcanzar velocidades insospechadas en cada una de las épocas.

Los coches que desde el pasado se auguraban para el futuro eran vehículos a los que se entraba por el techo, con diseño o elementos de avión, de cohete, de misil, que en muchas ocasiones apostaban por extravagantes formas. Ya fueran achatados, piramidales o incluso de carrocería circular, lo que todos ellos solían compartir era un aspecto ciertamente agresivo y unas formas angulosas que, efectivamente, sí fueron contempladas en el futuro, pero no de un modo tan radical a como se desprendía de aquellos antiguos prototipos.

Sin embargo, lo que en los tiempos del boom del automóvil no podían ni tan siquiera imaginar es en lo que llegarían a convertirse las ciudades del futuro: núcleos urbanos cada vez más masificados que iban a pedir a gritos cada vez coches más compactos, funcionales en el día a día. De modo que el coche del futuro que se auguraba para el nuevo milenio, por ejemplo en los años sesenta, nada tiene que ver con la realidad actual, que exige cada vez más economizar el espacio, y en la que la ventaja de una espectacular cilindrada es amputada de cuajo por los límites de velocidad.

No obstante podríamos decir que la idea que se tenía sí se ha alcanzado en muchos de los modelos deportivos, e incluso se ha superado con las creaciones tunning, pero la realidad, nuestra realidad como conductores, es que aún estamos muy lejos de viajar en coches que parecen naves espaciales, como ha mostrado el cine en numerosas ocasiones. Películas como Minority Report, de Spielberg, han contribuido enormemente a imaginarnos cada vez más cerca un futuro en el que nos desplacemos por el aire.

Hoy es el futuro de aquellos tiempos en los que los coches del porvenir se perfilaban achatados, aerodinámicos, angulosos. Bien es cierto que desde el Ford T el aspecto de un automóvil ha cambiado notablemente, y más tendrá que cambiar. Tal vez si en 1908 le hubiéramos mostrado a alguien una fotografía de un Lamborghini Murcielago hubiera puesto la misma cara que se me queda a mí cuando observo propuestas de coches futuristas como el Mazda MotoNari RX, el Mercedes Silver Flow, el Nissan OneOne o el Toyota Biomobile Mecha, proyectos todos ellos que tienen en cierto modo el aval de haber pasado por el Salón del Automóvil de Tokyo en algún momento y alguno de los cuales es una propuesta para el 2057. Más allá de mi estupefacción queda la duda: ¿Realmente conducirán nuestros nietos estos vehículos? Porque claro, a lo mejor yo no vivo 47 años más.