Los biocombustibles son muy dañinos para el medio ambiente

Por pepecar.com

De un tiempo a esta parte se ha comenzado a generalizar la idea de que los biocombustibles son el futuro, entendiendo el futuro como ese tiempo en el que, por definición, las cosas siempre son mejores que en el presente. Ante la idea del inminente agotamiento de las energías fósiles como el petróleo, se hace necesario buscar una alternativa que permita no sólo continuar con el actual ritmo que las sociedades avanzadas han alcanzado, sino caminar hacia nuevas tecnologías y maneras alternativas de obtener energía.

A bote pronto, pensar en la utilización de la biomasa vegetal como fuente de energía renovable puede inducir a la idea de que el uso de biocombustibles generará una menor contaminación ambiental, abaratará el coste de la energía y, en definitiva, se convertirá en una alternativa no sólo viable sino sostenible, pero lo cierto es que estas afirmaciones están muy lejos de la realidad, al menos según prevén algunos investigadores o nos demuestra el sentido común.

La primera de las creencias, la de que los biocombustibles son menos contaminantes, parece provenir de una falacia. Es cierto que este tipo de combustibles no generan dióxido de carbono durante su combustión, pero eso no quiere decir que no contaminen. Es decir, su utilización es limpia pero su producción supone un desastre medioambiental.

Según demostró el Premio Nobel de Química, Paul Crutzen, sería la producción y desarrollo de biocombustibles lo que podría agravar de forma considerable el proceso del cambio climático. Otros investigadores sostienen que producir un litro de carburante mediante la agricultura puede contribuir hasta dos veces más al efecto invernadero que la combustión de la misma cantidad de combustible fósil. Curioso, ¿no es cierto?

La segunda creencia, que apunta a la sostenibilidad y al abaratamiento, tampoco parece ser muy cierta. Un proceso sostenible es aquel que puede mantenerse por sí mismo sin merma de los recursos existentes. La creación de biocombustible no puede mantenerse por sí misma. Los recursos naturales existentes no serían suficientes para cubrir la demanda por lo que habría que recurrir a un modelo de agricultura masiva, ya que si no, no sólo se produciría una merma en los recursos existentes, sino que no alcanzarían y se agotarían.

En cuanto al abaratamiento, cabe realizar el siguiente razonamiento: el precio del petróleo se ha incrementado en los últimos años por temor a que se agote, y se ha empezado a pensar en el biocombustible como una alternativa más barata, atendiendo al precio de coste de la producción agrícola de hoy día. Esto es cierto en el caso de utilización aislada de los biocombustibles, pero en cuanto su uso se generalice, aumentará la demanda y por tanto el precio que se esté dispuesto a pagar por ello. Además, es previsible que en muchas ocasiones la producción no alcance para cubrir dicha demanda, como en el caso de que se produzca un año de malas cosechas, lo que incrementará el precio de los biocombustibles aún más.

Esto, que en principio parece ser mucho suponer, tiene un cercano precedente: la crisis alimentaria mundial que se produjo durante los años 2007 y 2008 y que se originó a raíz de un aumento del precio de los alimentos que afectó gravemente, cómo no, a las regiones más pobres del mundo. Uno de los motivos fue que se dieron precarias cosechas en varias partes del planeta, otro, que se encarecieron los combustibles y por tanto el transporte de alimentos. Si no habéis caído, en la supuesta era futura de los biocombustibles, cosecha y combustible serían la misma cosa.

Ante todo lo expuesto, no faltan quienes vaticinan que la generalización del uso de biocombustibles agravará la crisis alimentaria, y que serán los vehículos de los países ricos los que arrebaten su ración de arroz a los habitantes de las regiones más pobres del planeta. Sin ir más lejos, ya se están produciendo estragos medioambientales irreparables en Malasia, donde las plantaciones de palma para obtener aceite y biodiesel son la principal causa de destrucción de los bosques.

Se calcula que en 2022 el 98% de los bosques de Indonesia se habrán destruido y las selvas primarias habrán sido sustituidas por monocultivos de palma, contribuyendo a la desertización del terreno. De continuar con esta tendencia, no sólo la flora autóctona estará en peligro sino que también se verán amenazadas diversas especies animales, como los orangutanes, cuya población ya se ha reducido en un 91% desde 1900.

Por otra parte, sobra decir que la deforestación es causa directa del cambio climático, pues los bosques absorben gran cantidad de CO2. Se calcula que hasta una quinta parte de las emisiones mundiales de CO2 se deben a la tala indiscriminada de árboles, muchas de las cuales se llevan a cabo para implantar monocultivos intensivos que, por si fuera poco, demandan gran cantidad de energía, agua, abonos derivados del petróleo y tóxicos que contaminan las aguas superficiales y subterráneas.

Imagen: Wikimedia Commons / JosefLehmkuhl; / Wikimedia Commons /Achmad Rabin Taim