Por supuesto comenzamos con uno de los modelos más ultrasónicos de toda la historia de los dibujos animados, aquel Super Ferrari con el que competían Pierre Nodoyuna y su perro Patán, en las entregas de ‘Los Autos Locos’. ‘The Mean Machine 00’, que ese era su nombre original, servía a su conductor para idear todas las trampas y maldades capaces de hacerle ganar una carrera.
¿Recordáis el Mistery Machine de Scooby Doo? Cómo olvidar aquella furgoneta al más puro estilo ‘Van Power Flower’, tan propia de la época hippy en que se estrenaban estos dibujos de misterio de la factoría Hanna-Barbera. Desde 1969, las misteriosas aventuras del miedoso Gran Danés y sus amigos han hecho las delicias de todos.
Si realmente existe un vehículo con personalidad propia ese es, literalmente, Rayo McQueen, el protagonista de ‘Cars’, uno de los mayores éxitos de Pixar. ‘Rayo’ es el típico vehículo de la Asociación Nacional de Carreras de Automóviles de Serie (NASCAR), con inspiración de Ford Mustang y una manita de pintura a lo Corvette C1.
Si McQueen es modernidad, el tatarabuelo de todos los coches de dibujos animados es, sin duda alguna, el ‘Troncomóvil’ de Pedro Picapiedra. Toda la familia a bordo de ese cuerpo tallado en tronco de árbol y que se movía gracias a la velocidad de los pies de sus ocupantes. Todo un monovolumen familiar de la prehistoria de animación.
Pero si hay un vehículo que se ha hecho mundialmente famoso, ese es el utilitario rosa chicle de la familia Simpson. La berlina familiar desvencijada sigue la línea típica de los coches americanos de la década de los 80.
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