No hace falta superar el nivel de alcoholemia permitido para tener un disgusto con el coche. Así lo pone de manifiesto un estudio científico patrocinado por Prevensis, en el que se ha concluido que ir discutiendo al volante con el copiloto supone el mismo nivel de distracción que conducir bajo los efectos del alcohol.
El estudio, denominado ‘Zen Driving’, había sido encargado con el fin de demostrar que las emociones descontroladas pueden afectar a la conducción del mismo modo que el consumo de estupefaccientes o la ingesta de alcohol y con ello provocar el mismo número de accidentes y de la misma gravedad.
La investigación ha arrojado datos impresionantes, como que sólo un 7% de los conductores mantienen un control emocional correcto ante el volante. Asimismo, un 72% de los automovilistas realiza sus recorridos con un bajo control emocional y el 17% restante lo hace sin control, lo que les convierte en un peligro para ellos mismos y para el resto de los conductores.
‘Zen Driving’ pone de manifiesto que los usuarios alterados al volante duplican el número de multas de tráfico que reciben y las principales causas que elevan la irritación del conductor son el llevar otro vehículo muy pegado, un atasco, las prisas, los conductores que intentan colarse, los que van anormalmente lentos y aquellos que no facilitan la incorporación o los adelantamientos.
Por otro lado, dentro del habitáculo de conducción, una conversación intensa al móvil sigue siendo la principal causa de accidente, seguido de una discusión con otro conductor o una conversación acalorada con el copiloto.
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