Consejos de ahorro (I): Calcula el precio por hora de energía vital
//= get_the_date() ?>Por pepecar.com
“¿Pero tú que te crees? ¿Qué el dinero crece en los árboles?”, decía siempre mi madre, y me consta que no era la única, pues hasta mis oídos ha llegado que muchas otras utilizaban frases parecidas, como si las hubieran estudiado en un manual. Sin embargo, en aquellos tiempos en los que vivíamos al amparo de su ala protectora dicha sentencia carecía de sentido, era una frase vacía y nada más.
Pero llega un día en el que esa ironía comienza a cobrar forma: a la euforia de los primeros días en los que nos convertimos en un ser independiente y fiestero en nuestro, y sólo nuestro, salón, le sigue la certeza absoluta de que, efectivamente, el dinero no crece en los árboles. Ese es el principio del fin.
Pero todo puede empeorar, y es más adelante cuando nos descubrimos a nosotros mismos pronunciando esas mismas palabras frente a nuestro pedigüeño hijo. No lo programamos. Simplemente una palabra tras otra se desliza por nuestra lengua y escapa por la boca, sin más. Es ahí cuando nos invade una abrumadora certeza: “me he convertido en mi madre, ¡Cielo santo!” Será que tenía razón, porque si los billetes fueran peras, todos viviríamos en el campo.
Las prácticas de compra que a menudo le criticaba a mi madre se han convertido en parte de mi rutina. Comparo precios y elijo aquello que me ofrezca justo lo que necesito al mejor precio, evito adquirir nada que no necesite y cuando me encapricho de algo hago un cálculo que responde a la siguiente pregunta: ¿Cuántas horas trabajo yo para ganar el dinero que esto me cuesta? Tan sólo hacer esa simple ecuación frente a un escaparate ha hecho posible que más de una vez salga corriendo de allí como alma que lleva el diablo.
En este sentido, es curioso cómo Tomás Pulido en su blog personal desarrolla un cálculo preciso de lo que yo suelo hacer “por la cuenta de la vieja”. Él propone calcular primero el precio por hora de energía vital, y lo hace realizando la siguiente operación: tomamos nuestro sueldo neto y le restamos todos los gastos que se deriven de nuestro trabajo, como pueda ser desplazamiento, dietas, cafés, guardería, etc. El resultado lo dividiremos por el número de horas que trabajamos (incluyendo el tiempo que utilizamos en desplazarnos) y así obtendremos el precio real por el que vendemos cada hora de nuestra vida.
Con el cómputo anterior, las cosas empiezan a estar más claras y podremos renunciar a determinados caprichos con una mayor facilidad, o comenzar a buscar el mejor precio en todo aquello que verdaderamente necesitemos. ¿Cómo se hace? Dividiendo precio de lo que queremos comprar entre el precio por hora de energía vital. Sólo cuando veamos claro cuántas horas de nuestra vida tenemos que invertir para comprar un bien o contratar un servicio tendremos mucho más claro cuánto nos podemos o queremos gastar. No olvidéis estas fórmulas, son la certeza matemática de la tan citada frase “el dinero no crece en los árboles”…