Kit cars: réplicas perfectas de coches inalcanzables

Por pepecar.com

Todo comenzó en el cine y la televisión, cuando las productoras encargaban la elaboración de réplicas de determinados coches para ahorrarse un buen dinero. En los últimos tiempos los kit-cars, como se conoce a estos clones, se han convertido en una forma diferente de disfrutar de un vehículo para uso particular. Casi cualquiera puede dar el pego y fardar al volante de un Ferrari, un Lamborghini o un Maserati.

Aunque en un primer momento pueda asociarse con el tunning, lo cierto es que las diferencias son más que sustanciales. Primero, mientras el tunning propiamente dicho busca la originalidad y personalización de un vehículo para que no haya dos iguales, el kit-car persigue replicar un modelo ya existente, que bien puede ser un superdeportivo o un vehículo clásico de esos que enamoran. La diferencia es evidente.

Aunque se trata de una práctica importada, en España ya es posible hacerse con una réplica del coche y modelo que más nos guste, gracias, por ejemplo, a la empresa SRC-Kit cars, donde trabajan en dar forma a réplicas de codiciados vehículos cuidando que el resultado sea lo más fiel posible al modelo real. Y no se les debe de dar mal, pues quienes ya tienen su propio kit-car aseguran que “Hay que saber mucho para ver que no es original”.

Por ejemplo cuando se trata de un deportivo, los coches se montan sobre modelos de Toyota, pues al ser vehículos bajos se ajustan a la perfección a las características de los superdeportivos. Sin embargo, el motor sigue siendo el del vehículo original, aunque se puede potenciar dentro de los límites permitidos. También se rehace el tubo de escape y se le incorporan todo tipo de extras o elementos que acerquen la réplica al modelo original, tanto por dentro como por fuera. Es decir, sobre el chasis original se fabrica artesanalmente una carcasa en fibra de vidrio.

Pero hablemos del precio: mientras un Ferrari original puede costar unos 300.000 euros, el precio de su clon oscila entre los 20.000 y los 30.000 euros. Tampoco es que sea asequible para cualquiera, pero la diferencia es notable. Otro aspecto reseñable es que se abarata muchísimo el mantenimiento del vehículo, pues el seguro, las revisiones y el consumo de gasolina son los mismos que los de un coche deportivo al uso.

Sin embargo, son muchos los detractores de estas réplicas. No faltan quienes lo comparan con la falsificación de bolsos o gafas de sol que se realizan de las grandes firmas de moda. Los hay que critican a los que poseen un kit-car sólo por querer aparentar lo que no son e incluso hay aficionados al motor que se sienten “insultados” con este tipo de prácticas. En el otro extremo se sitúan los que se muestran encantados por poder conducir a diario uno de ellos. Bueno; para gustos, colores. Tal vez si pensamos en un coche clásico nos parezca menos “grave”.

Pero nos falta conocer qué papel juegan en todo esto las casas originales de las marcas que se replican, pues, todo hay que decirlo, a más de una no le sienta nada bien. Para evitar problemas con ellas, los modelos que se recrean ya están fuera del mercado y las insignias o pegatinas que hacen referencia a la marca sólo se colocan por deseo expreso del cliente y se compran como un elemento más de merchandising de la marca de lujo.

Lo que yo he sacado en claro con la escritura de este artículo, y quizá muchos de vosotros con su lectura, es que en el mundo de los superdeportivos tampoco es oro todo lo que reluce. De modo que la próxima vez que se pare un cochazo al lado del tuyo en un semáforo, no te mueras de envidia tan rápido, escruta el coche primero, después mira al conductor y piensa: ¡Buah!, seguro que es un kit-car. Aunque en el fondo tú también estés deseando tener uno…

Vía: El Mundo

Imagen: Flickr / exfordy; Flickr / Paul Musson