Desde que el mundo está motorizado, llevamos la velocidad en la sangre. Potencia y competición son dos palabras que pocas veces podemos separar de nuestro argot de aventureros y amantes de las experiencias cargadas de adrenalina. Pero no creáis que lo de las carreras de vehículos es algo de los tiempos modernos. ¡Ni mucho menos!
Las hermosas señoritas de la década de los años 30 ya sabían muy bien cómo pugnar por llegar las primeras a la meta. Velocidad no sabemos si cogían, pero desde luego sus vehículos estaban bien dotados de ‘caballos’. Esta fotografía sirvió para ilustrar una revista de la época de los veranos de Atlantic City.
El gusto del público por las competiciones de vehículos llegó incluso a popularizar las carreras de autobuses de dos plantas. La poca estabilidad de los camiones hacían que tomar las curvas o adelantar al contrincante se convirtiese en toda una aventura de Autos Locos. Esta fotografía fue tomada en 1933.
Ya en los locos años 20, los bólidos producían un mágico atractivo entre los conductores y el público en general. Aquellos pilotos, capaces de jugarse en tipo por superar cualquier barrera de velocidad sobre pistas peligrosísimas, contenían todos los ingredientes para que la competición se convirtiera en un éxito. Claro que bien podía celebrarse en cualquier sitio, como en la azotea de este rascacielos.
De todos modos no solo los humanos estábamos dispuestos a competir. El espíritu de la competición nos ha llevado ha realizar las más extrañas experiencias, donde los pobres animales también sufrían el estrés de nuestras ansias de ganar. Es el caso de los monos que protagonizaron esta carrera en la playa de Venice, en los años 20.
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