Estoy feliz con esta noticia, pues el carné me caduca dentro de muy poco y en Madrid la oficina de Tráfico queda lejísimos del centro, de modo que estoy encantado de la vida con el nuevo Reglamento de Centros de Reconocimiento, gracias al cual ya no será necesario ir a Tráfico para renovar el carné de conducir, sino que podrá hacerse directamente en los centros donde nos hacemos el examen médico y psicotécnico, tras superar la revisión y abonar las tasas correspondientes.
El Gobierno ha estimado que con esta nueva medida los conductores nos ahorraremos 7,2 millones de euros y de 3,6 millones horas en concepto de desplazamientos (a lo que yo añadiría el tiempo que te pasas en las colas). El caso es que en caso de que superemos la revisión y conservemos nuestro saldo de puntos, en el propio centro médico nos expedirán un documento provisional para que podamos conducir durante 90 días, mientras la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre nos envíe por correo el carné definitivo.
Otra novedad es que los informes de aptitud psicofísica, así como los historiales clínicos en los que se apoyen, se deberán emitir en formato telemático en lugar de en formato papel y ser remitidos de inmediato al Registro de Conductores e Infractores. Así el Gobierno tendrá la constancia de que efectivamente los informes se desprenden de una completa exploración del estado de salud del conductor. En el plazo de seis meses todos los centros de reconocimiento deberán contar con dicho equipo informático.
Por otra parte, estos informes tendrán efecto en cualquier parte del territorio nacional. En la actualidad sólo tenían validez en la misma provincia en la que se ubicara el centro. Han tardado, pero al fin todos estos engorrosos trámites podrán hacerse por vía telemática, y no sólo eso, sino que con este nuevo reglamento se acaba con una dispersión de las normas que el sector llevaba ya tiempo reivindicando. Lo que es a nosotros, los conductores de a pie (o mejor decir “de a rueda”), nos viene mucho mejor, porque perder una mañana, aunque sea cada diez años, da mucha pero que mucha pereza.