Pues sí, por supuesto que Teruel existe. Y no sólo eso, sino que la provincia turolense atesora uno de los pueblos más bonitos de Teruel y España: Albarracín, ciudad que es Monumento Nacional, que ha recibido la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y que se encuentra propuesta por la UNESCO para ser declarada Patrimonio de la Humanidad.
Albarracín se encuentra a 182 kilómetros de Valencia y 271 kilómetros de Madrid, pero sin duda merecerá la pena el viaje, pues absolutamente toda la ciudad está considerada un monumento.
Para llegar hasta Albarracín podemos alquilar un coche en el que recorrer libremente los alrededores, como la Serranía de Albarracín, cubierta de bosques de pinos, sabinas, arces y robles, intercalados de verdes prados y árboles de ribera junto a los ríos que, en ocasiones, serpentean entre profundas gargantas. Cañones, barrancos sin fondo, cortados, peñas, escarpados roquedales, parameras, valles, suaves praderas, extensos bosques, fuentes, manantiales, lagunas y nacimientos de ríos, como el Tajo, harán del paseo una experiencia inolvidable.
La ciudad de Albarracín es un bello conjunto amurallado encaramado a lo alto de una peña a 1.171 metros de altura. En la villa, las construcciones tradicionales se alternan con iglesias y edificios nobles con escudos heráldicos, impresionantes portones y magníficas rejas.
Sus ancestros regalaron a Albarracín las hoy famosas pinturas rupestres levantinas, que se agrupan en 12 grutas situadas en el Rodeno, una formación de rocas de arenas triásicas rojas. De la época islámica se conserva el imponente trazado amurallado que protege la ciudad, así como un esenciero de plata con nielados dorados que se guarda en el Museo.
Los vestigios cristianos tienen su máximo exponente en la Catedral de Albarracín, construida en 1595 y que puede distinguirse desde cualquier punto de la ciudad, pues todo el edificio está dominado por su preciosa torre cuadrada. El templo se compone de una sola nave con capillas hornacinas de tipo renacentista, mientras que el Altar Mayor es una obra maestra de la imaginería renacentista aragonesa de la época. Entre los monumentos religiosos destacan también el Museo Diocesano, la Iglesia de Santa María, el Monasterio de San Bruno y San Esteban y la Ermita del Cristo de la Vega.
En lo que respecta a los monumentos civiles, cabe citar el Ayuntamiento; quienes quieran disfrutar a fondo de la historia de la localidad, no podrán dejar de visitar el Museo de Forja, el Museo Paleontológico y el Museo de Juguetes Antiguos.