En España las bondades del clima han hecho que tengamos que esperar la llegada de las primeras nevadas del año, pero a estas alturas los copos blancos ya son algo habitual. Si además salimos a la montaña o nos hacemos un periplo por países más fríos, la cosa a veces deja de lado su parte bucólica, para convertirse en auténticas pesadillas para quienes deben padecer las inclemencias del tiempo y las tormentas de nieve.
La tecnología y la costumbre nos han hecho ver a las máquinas quitanieves como algo habitual y su presencia nos parece de lo más normal, ¡faltaría más! Sin embargo, imaginemos un mundo en que tras una copiosa nevada, todos los caminos y las comunicaciones quedaban cerrados hasta la llegada de la primavera.
Por eso, el quitanieves tiene su propia historia y se debe a la necesidad de tanta gente de poner fin a la incomunicación, a la falta de ayuda en estados de emergencia, incluso a la necesidad de despejar las puertas de sus casas y abrir un caminito hasta la leñera para coger unos troncos y aliviar el frío. Podría parecer sencillo, pero la tarea se complica con metros de nieve sobre el suelo.
Los primeros intentos por fabricar una máquina que pudiera aliviar las complicaciones de las monumentales nevadas invernales llegaron agudizando el ingenio en el siglo XIX. Los hombres del campo aplicaron sus cuchillas y aperos para el arado a sus tiros de caballos y, ayudados por estos animales, intentaban paliar las blancas pero incómodas consecuencias del tiempo.
Con la invención del automóvil se produjo toda una revolución también en este campo, porque pronto se vio la mejora que se experimentaba en el rudimentario quitanieves con la potencia del coche, en lugar del clásico animalito.
De todos modos, se sabe que sobre 1913 ya existía una pala fabricada específicamente para ser usada por vehículos a motor y ya, en la década de los años 20 del siglo pasado, Good Road Company producía maquinaria quitanieves para Estados Unidos y abastecía al servicio de limpieza de Nueva York.
En 1923, los noruegos Hans y Even Veraasen de Noruega construyeron uno de los primeros quitanieves para coches, que más tarde se extendería también a los ferrocarriles.
Como curiosidad, podemos relatar un episodio de la historia de Cuba, cuando en los años sesenta, ya triunfada la Revolución, un funcionario del Gobierno cubano compró en Moscú una partida de máquinas quitanieves. El objetivo no era otro que el de plantar cara a los Estados Unidos por disponer de un tipo de quitanieves con tecnología punta que no tenían sus enemigos del norte. ¿Quien dijo que los quitanieves sólo sirven para quitar nieve?
Fotos en CC: Seattle Municipal Archives y Flickr/OregonDOT